Soldado





- ...Honor o familia. En el campo de batalla todos cargan sus verdades por dentro y todos están dispuestos a morir por ellas. Somos capaces de matar impulsados por las nuestras, pero también porque sabemos que los otros tienen las suyas...

El guerrero que hablaba sostenía un cuenco de sopa fría y olvidada en una mano y la otra extendida hacia el fuego. Los hombres alrededor lo miraban inexpresivos. Más allá del cansancio, todos cargaban con sentimientos a los que tendrían que enfrentarse algún día, pero en ese momento sentir requería demasiada energía. "Esa es la expresión de un soldado", pensó el soldado al mirar a los que se encontraban a su alrededor, "cierta indiferencia es parte del uniforme".

-...¿qué nos queda?-. El guerrero había seguido hablando, pero el soldado era incapaz de seguir el hilo.- ¿Qué quieren ser? ¿Qué queremos ser todos?

Las palabras del guerrero rebotaban contra las paredes de su mente y sentía que si no les hacía caso de frente, iban a terminar por hacerle daño... y daños ya tenía de sobra.  Una flecha le había atravesado la pantorrilla en el campo de batalla y otra le había enterrado los eslabones de la cota de malla en el hombro. Sus articulaciones, sus músculos... su mente y su alma. Olía a sudor de varios días, a heces de caballo, a posibles infecciones... y a sangre. Sabía que no toda la sangre que llevaba encima era suya, pero aún después de tantas batallas no sabía si debía alegrarse o entristecerse. La guerra era la guerra y la muerte era igual para todos. Los héroes eran sólo para los que no participaban en las batallas. En medio de una guerra, los hombres eran sólo hombres. Le dolía todo lo que le podía doler y ese guerrero sentado en su hoguera había dejado en el aire esa pregunta. Como si esas cosas tuvieran sentido en ese mundo... como si el mundo no estuviera lleno de sangre, dolor y entrañas. "Vivo", era todo lo que el soldado había podido responder en su mente antes de dejar de poner atención. Eso y nada más.

Había visto pelear al guerrero en alguna ocasión, con su espada de dos manos y un círculo de muertos a su alrededor. Era una de esas visiones que se quedaban grabadas en medio del caos, o eso decían algunos. También lo había visto enterrando a los caídos, hablando con los heridos y comiendo cada noche en una hoguera diferente. Lo había visto reír y era esa la imagen que se había grabado en su mente en medio del silencio. Recibía órdenes directamente de arriba, pero los soldados decían que no recibía órdenes de nadie.

A su alrededor el campamento despertaba y el aire se llenaba de los ruidos de millones... o cientos de personas que se preparaban para sobrevivir otro día. Ollas, armaduras, golpes de escudo. El soldado, desde el tronco alrededor de la hoguera en el que había caído hace horas, miraba las caras a su alrededor y veía en todos lados la misma inexpresividad. Cualquiera que no perteneciera a ese mundo no hubiera sido capaz de percibir cierta expectación en sus movimientos, las miradas fijas en el camino que llevaba al oeste. La fortaleza del rey se encontraba al otro lado de la colina. Pocas leguas y un pequeño ejército era todo lo que protegía a la tiranía de la ira acumulada de millones... o cientos de soldados. Los cuernos sonaban a lo lejos y el soldado se levantó por fin con su segunda piel tintineando. Era hora de que sus verdades terminaran con las verdades de otros...El soldado fijó también la vista en la colina. El tirano caería hoy. Lo decían todos los murmullos del campamento. La guerra acabaría ese día. Miró al guerrero que se encontraba a pocos pasos, con la vista perdida en el fuego cuando todos miraban al oeste. Había demasiado en su expresión.

- ¿Qué queremos ser todos? - preguntó al aire sin dejar de mirar hacia el oeste.

El guerrero se incorporó y se paró a su lado.

- Ser felices, por supuesto

El soldado gruñó y el guerrero rió en respuesta. Rió, en medio de un campamento de soldados inexpresivos.

- En una guerra o fuera y lejos de ella, no te levantas cada mañana por dinero ni por honor. Te levantas porque crees que hay algo en algún sitio que te hará sentir bien. Nuestras vidas están dirigidas por una búsqueda primitiva de bienestar y sin embargo todos gruñen cuando respondo.

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Horas después, el soldado se encontraba apoyado contra una de las columnas del salón del trono. En esa inmensa sala llena de columnas y tapices, sólo se escuchaba el eco de los pasos que daban las monjas al llevarse el cadáver del tirano. El general había exigido un juicio, pero el guerrero le había dado una muerte con honor. Eso y la oportunidad de que se lo llevaran las monjas para que honraran su cuerpo. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Su mente le mostraba imágenes confusas de la última batalla. Un hombre con ambas manos en una espada y un círculo de muertos alrededor. Su mente le decía que en algún momento había salvado la vida del guerrero, pero sabía que probablemente había sido al revés. La guerra había terminado pero su cuerpo no lo sentía. Había más sangre en su uniforme.

El guerrero volvió a la sala y el soldado sintió que el aire se tensaba a su alrededor. Los consejeros, los generales y los pocos como él que parecían sobrar miraban expectantes al guerrero. ¿Se sentaría ahora en el trono y lo reclamaría suyo? El soldado miró en su interior y no encontró ninguna resistencia. El asesino de tiranos entró a la sala lentamente, bajo los escalones frente al trono y se sentó en el piso apoyado contra una columna para limpiar la sangre de su espada. El soldado miró a los hombres reunidos en la sala. Parecían incapaces de cambiar de posición.Unos cuantos se lanzaban miradas llenas de espanto entre sí y uno de los consejeros mayores parecía incapaz de cerrar la boca. El hombre que no tenía derechos pero cuyas órdenes habían seguido ciegos no quería ser rey. El soldado sintió que las mejillas le picaban y que sus comisuras se tensaban ligeramente hacia arriba, como si mucho tiempo atrás hubiera sido capaz de sonreír. En ese momento, una parte del soldado volvió al mundo y era un mundo que no estaba hecho de sangre.

- Señor... - Uno de los generales se había acercado al guerrero.- ¿No... no vais a declararte... rey?

El guerrero soltó una carcajada.

- Oh, ¡pero si sería un líder terrible! - fue todo lo que respondió.

- Pero... el poder que tendrías...- El general balbuceaba y miraba a los otros animándolos a hablar.- ...ayudarías a otros...

- Hay más de una manera de ayudar a otros

- ¡Ja! Lo que quiere es que negociemos... - Uno de los consejeros parecía haber recordado cómo articular palabras y ahora las escupía al guerrero.- Todos los hombres quieren dinero y poder.

- ¿Dinero y poder?- El guerrero se levantó dando un largo suspiro.- No... ¿Por qué nos levantamos cada mañana? ¿Qué quieren ser?- dijo antes de mirarlos a todos y salir de la sala.

"Feliz" respondió el soldado en su mente. Eso y nada más. Dejó su escudo y sus armas en el suelo y salió en pos de un hombre al que probablemente seguiría toda la vida.

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