Frío




El viento, la nieve, el maldito frío. Si en algún momento había podido doblar los dedos de las manos, lo había olvidado. Cuando no nevaba y la nieve se acumulaba en su ropa, entonces el viento se llenaba de hielo y este le hacía daño en los ojos y en los escasos centímetros de piel expuesta. Sentía en cada paso la energía que su cuerpo gastaba sólo para mantenerlo con vida. En algún momento había llegado a la cima de un gran montículo de nieve y al mirar alrededor, no había visto más que blanco. Blanco detrás por donde había llegado y blanco en cualquier dirección que pudiera tomar. Esa era su prisión de hielo, su infierno helado. Si pensaron que al dejarlo allí, moriría sepultado y derrotado, estaban muy equivocados. Cuando saliera de ese mar blanco, buscaría a cada uno de los que lo habían dejado allí. Si lo que había hecho había sido suficiente como para que su castigo fuera ese, no podían imaginar lo que les esperaba... porque alguna vez había tenido fuego en su interior.

Ya no. Ahora no había más que frío.



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