Posesión





Si le quedaba algo por dentro, no lo sentía... y poco importaba. ¿Qué quedaba cuando cortabas todos los hilos que te ataban a otros? Cada uno de esos hilos se habían roto; uno tras otro. ¿Qué quedaba cuando te quedabas sin sitios a los cuales ir? En ese momento, sentado en medio de las ruinas humeantes de su aldea, Klyos acaba de perder el sitio al que podía volver sin importar con qué piedras tropezara en su camino hacia la vejez, sin importar qué errores trajera consigo cargados sobre la espalda. Las ruinas bajo sus piernas quemaban, pero era incapaz de encontrarle sentido al dolor. Todos los futuros que había imaginado hasta ahora se habían perdido... junto con todas las personas que había incluido en ellos. ¿Qué quedaba entonces? Si decidiera quedarse sentado en esas ruinas hasta que su cuerpo se consumiera como los árboles negros a su alrededor, ¿quién lo lloraría? Se quedaría allí, hasta que su cuerpo fuera incapaz de producir lágrimas, hasta que los latidos de un corazón que no sentía se hicieran cada vez más lentos. Pensar se le hacía terriblemente incómodo... vivir se le hacía terriblemente incómodo. Hasta que pasara a ser otro de los cuerpos a su alrededor, Klyos dejaría que sus pensamientos no fueran más que viento en una cueva oscura y vacía.

Cuando despertó, la piedra bajo sus piernas estaba helada. Sin mover nada más que sus ojos, vio uno de sus brazos y lo encontró irreconocible. Una rama que se partiría con el menor esfuerzo. No era más que una carcasa vacía a punto de desintegrarse en un viento todavía lleno de cenizas. Le quedaban unas horas... quizá menos. No sentía nada por fuera... pero algo se agitaba en su interior. Muy lejos, muy profundo. Donde antes no había nada, ahora había algo. Mientras moría lentamente sentado entre las ruinas de la aldea que alguna vez había sido suya, algo había sido vertido en él, gota a gota. Algo que no le pertenecía... algo que no era suyo. Mientras esperaba a que su conciencia desapareciera, otra conciencia había dejado su semilla y en el fondo de su mente incoherente... la semilla crecía.



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