Alin - Capítulo I





I.

Su padre llevaba enfermo varios días, pero cuando comenzó a toser sangre, Alin supo que no tenía sentido seguir negando que la situación estaba más allá de lo que él podía hacer. En su pequeña aldea sólo había un curandero y colocando suavemente a su padre en la carretilla de mano, Alin se dirigió a su choza. El aire dentro de la casa del curandero era espeso, lleno de mil olores que no podía reconocer, pero encima de todos ellos podía oler a su padre y podía oler su enfermedad. El curandero se apresuró a colocar a su padre en la mesa y Alin lo observó moverse de un lado a otro sacando instrumentos y revisando a su padre. El curandero no era particularmente viejo, pero emitía ese aire de sabiduría que Alin había visto en los que habían vivido muchos años. Se movía con rapidez, pero también con cierta calma. Alin, que lo observaba encogido contra una pared en una esquina, podía ver que el rostro del curandero se oscurecía entre más instrumentos sacaba y entre más revisaba a su padre. Cada vez que sacaba otro, el muchacho sentía que un poco de esperanza moría en él. Intentaba no pensar en nada y concentrarse en otras cosas. En los pergaminos que parecía estar en todos lados, en las estanterías, en las mesas e incluso había algunos en el suelo, en los cientos de frasquitos ordenados en uno de los muebles, en las manchas rojas en el cuello de la camisa de su padre... Alin giró la cabeza y su mirada se encontró con la del curandero. Este lo miraba con una sonrisa triste y sus ojos parecían querer decirle que comprendía todo lo que sentía. Algo en la forma en la que lo miraba hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas.

- Tenemos algo de dinero ahorrado-. dijo Alin levantándose y sacudiéndose la ropa para esconder sus lágrimas.- Puedo pagar la medicina que haga falta-.

El muchacho apretó la bolsita que tenía en el pantalón. No recordaba haber comido más de una vez al día desde que su padre había enfermado, pero había encontrado la bolsita de monedas debajo de la cama de su padre y sabía que eso era lo único que tenían y que era lo único que podría salvarlo. Alin colocó la bolsita en la mesa, encima de un pergamino manchado de tinta.

El curandero suspiró y le puso una mano en el hombro.

- ¿Tienes familiares que estén cuidando de ti?- preguntó el curandero sin levantar la mano de su hombro.

Alin no respondió. No, no había nadie más. Sólo su padre.

- Estaré bien -. Fue todo lo que respondió.

El curandero lo miró durante lo que al muchacho le pareció una eternidad. Suspiró de nuevo y por fin retiró su mano del hombro antes de comenzar a buscar algo entre sus montañas de pergaminos. Cogió uno de ellos y se lo puso en la mano antes de darse la vuelta y comenzar a coger cosas de un lado al otro de la choza colocándolas en un montón sobre la mesa. El curandero se movía rápidamente y Alin alcanzó a ver un cuchillo pequeño, varias hogazas de pan y una cantimplora antes de que el curandero lo pusiera todo en una bolsa de tela. Le entregó la bolsa antes de poner ambas manos sobre los hombros del muchacho.

- No hay mucho que pueda hacer por tu padre. Todo lo que puedo hacer depende de ese pergamino-. dijo el curandero señalando el pergamino que el muchacho tenía en la mano.- Busca lo que hace falta y vuelve cuando estés listo.

Su padre comenzó a gemir en sueños y cuando comenzaba a toser, el curandero empujó al muchacho hacia la puerta.

- Estarás bien-. dijo el curandero con otra de esas sonrisas que parecían comprenderlo todo antes de cerrar la puerta y dejar a Alin fuera de la choza con la bolsa de tela en una mano y el pergamino en la otra.

El muchacho se quedó quieto varios minutos sin saber qué hacer hasta que escuchó a su padre toser de nuevo. Se colgó la bolsa al hombro decidido y comenzó a desenrollar el pergamino. Contenía un mapa rudimentario con varios lugares marcados y lo que parecía ser una lista de nombres. Al terminar de desenrollar el pergamino, una bolsa de monedas cayó al suelo. Alin la cogió sorprendido al darse cuenta de que era la suya. Se volvió y miro la puerta de la choza del curandero antes de sonreír, guardar la bolsa en el bolsillo y comenzar a caminar.




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