Psicólogo



- ¿Qué te hizo venir aquí?

El consultorio era agradable. Era cálido, cómodo y de alguna forma, personal... casi íntimo. Habían estanterías de madera oscura en todas las paredes de la pequeña habitación y en ellas no había ni un solo espacio vacío. Sentirse rodeada de libros la hacía sentir cómoda, como si tener alguna enfermedad mental fuera algo más bien intelectual. Sabía que los psicólogos tenían que dar ese aire de inteligencia y los estantes tenían su buena parte de tratados de psicología y psicoanálisis, pero habían esparcidos otros libros. Clásicos, ensayos, tomos gruesos con autores de apellido francés. Un estante lleno de libros de Hesse. Esto la hizo sonreír. Las estanterías eran altas, la temperatura era cómoda y el "sillón de psicólogo" era sospechosamente cómodo, como si hubiera sido ablandado y preparado por las cientos de personas que se habían acostado en él con el corazón desnudo y lágrimas en los ojos. Se preguntó si esas lágrimas serían sinceras. Las suyas lo serían, sin ninguna duda. "¿Qué te hizo venir aquí?". Era una pregunta demasiado directa para un espacio tan íntimo. Esperaba que le hiciera algunas preguntas "de rutina" para encasillarla poco a poco en un estereotipo, para poder sonsacar algunos síntomas que coincidieran con alguna de las enfermedades del manual. Pensó en decirlo en voz alta. No, todavía no. El psicólogo que esperaba su respuesta le inspiraba confianza. Le era imposible calcular su edad. Más de 40 sin duda, menos de 60. Era atractivo, lleno de rasgos que hacían que le cayera bien. Arrugas en el borde de los ojos detrás de gafas sin montura, un olor agradable y un estante lleno de libros de Hesse. Uno o dos hubiera sido suficiente para añadir algo de intelectualidad a la habitación, pero tantos hacía que pensara que el existencialismo de Hesse y su forma particular del mundo le habían resultado atractivos. Se dio cuenta de que quería parecerle atractiva. Imaginaba que era un hombre intelectual, inteligente y eso hacía que quisiera obtener su aprobación. Se preguntaba si un psicólogo debería hacerla sentir de ese modo. ¿Qué la había llevado a buscar un psicólogo? Le sonrió y él sonrió de vuelta. Paciente. Eso era bueno. Parecía una paciencia sincera que emergía de un interés sincero. ¿Qué pensaría él de ella? Le inspiraba confianza y eso era suficiente. Entre el sillón del psicólogo y el suyo había una mesa en la que vio una caja de pañuelos. En ese espacio rodeado de libros, llorar estaba bien. Tal vez era un buen sitio para llorar. ¿Por qué había buscado un psicólogo para llorar? Respiró hondo antes de comenzar a hablar.

- Quiero ser feliz y no lo soy.- Pensó en ese grito silencioso que sentía dentro de ella todo el tiempo-. Creo que estoy deprimida.



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