Escrito


Ilusión      Mundo      Tarde      Teatro      Tintero      Brillo      Sonriente     Cultura      Sinceridad    Honrada      Aversión      Espacio      Verdadera      Auténtica      Perversidad      Amigo      

Y es que después de todo su mundo era una ilusión. El mundo en el que el vivía no era uno que se pudiera palpar en los momentos difíciles, no contenía objetos a los que aferrarse ni contenía algo que pudiera ser compartido con otros. Había experimentado mucho, había sido y existido de muchas formas, pero no en el mismo mundo que otros, sino en el que era exclusivamente suyo. Lo que para unos era una agradable tarde de teatro, para él eran semanas de ensoñaciones siendo lo que fuerza capaz de imaginar al lado de personajes que siempre parecían más reales que todos a los que conocía. No todo el mundo andaba por ahí con los bolsillos llenos de tinteros. 

Para otros probablemente era el raro, el desadaptado, el escritor que tenía siempre un brillo ausente sin importar qué tan directamente mirara a los otros y es que incluso las personas sonrientes con una agradable colección de cultura hacían que deseara de repente exagerarlos, agrandarlos, volverlos personajes que hacían más, que eran más y que sentían más que esas versiones simplificadas con las que solía encontrarse demasiado a menudo. Para el escritor, la sinceridad y una vida honrada valían más bien poco en este mundo tan sólido y concreto, tan diferente al suyo. Sentía una verdadera aversión por la vida mundana a la que no podía añadir unos cuantos adjetivos exagerados y por qué no, existencialistas. Lo que él quería era un espacio de verdadera y auténtica perversidad. Un lugar en el que pudiera sentarse a solas y crear y destruir a su antojo. Lo que él quería eran personajes movidos por verdaderas motivaciones y que parecían actuar siempre con verdaderas intenciones, las que, por supuesto, eran siempre sus propias motivaciones e intenciones. Lo que él quería era escribir esas historias en las que el protagonista parecía entender perfectamente por qué los otros hacían lo que hacían. La vida real, el mundo de los otros, estaba lleno de demasiada incertidumbre y demasiados cabos sueltos. Su mundo estaba lleno de tristezas y de un dramatismo siempre justificado, pero a sus personajes no les molestaba parar un momento la historia y explicarse a sí mismos a través de largos diálogos internos. 

En su mundo todo era posible y nada tenía que ser social o moralmente justificado. Se podía ser amigo de uno mismo sin ser tildado de asocial y se podía soñar sin ninguna presión por cumplir sus sueños.

0 comentarios:

Publicar un comentario