Grito



Había leído en algún lado que la depresión era un gran perro negro. No recordaba a qué se refería exactamente, pero le sonaba que había sido un psicólogo o alguien importante quien había usado esa analogía. Otra persona había dicho que era sentirse mal por un largo periodo de tiempo. Tristeza prolongada o alguna cosa parecida. Si ella tuviera que describir lo que significaba para ella, diría que la depresión era un grito silencioso que sentía constantemente por dentro. Si imaginaba lo que había en su interior, le era fácil imaginar que una pequeña parte de ella gritaba constantemente sin emitir ningún sonido. Tenía momentos "buenos" y otros malos. Cuando se sentía bien, se preguntaba a dónde había ido esa parte de ella que parecía ser capaz de llorar por cualquier cosa. Aún cuando no se sentía mal (o tan mal), podía mirar dentro de sí misma y sentir que una parte gritaba en silencio. Incluso cuando no sentía nada. No era una apatía completamente insensible. Puede que el mundo le diera lo mismo, que cualquier cosa tuviera poca importancia, pero siempre podía sentir que gritaba por dentro. Muy lejos, quizá... a veces lo sentía muy adentro. Otras veces lo sentía tan cerca... A veces no era un grito que resonara en el fondo del fondo de sus pensamientos, sino que los acompañaba de cerca, como una de esas canciones que no podía sacarse de la cabeza. En esos momentos cualquier cosa hacía que se le aguaran los ojos y le daban ganas de sentarse en una esquina a llorar hasta que el mundo volviera a tener color y sentido... hasta que hacer cualquier cosa tuviera sentido. Funcionaba a menudo. Después de llorar se sentía "bien" por unos días. No se trataba de sentirse amargada absolutamente todo el tiempo, ni de ser incapaz de reír honestamente. No, reír era fácil. Pero aun mientras reía, era capaz de sentir ese grito por dentro. Una angustia constante, pero usualmente lejana... como un sueño que hubiera tenido hace dos o tres días. Esto que sentía hacía que entendiera lo absolutamente diferente que era el mundo en el que vivía cada uno. No era algo fácil de compartir, de explicar, ni de hacer entender a otros. No se trataba de autocompadecerse, ni de ser negativo. Se trataba de un estado mental y emocional constante que hacía que el mundo se viera y sintiera como si lo observara a través de un vidrio empañado. Todo era distante y nunca era claro, mientras que su tristeza a este lado lado del vidrio era clara. Lo que sentía era de una u otra forma sólido. No se trataba tampoco de darse por vencido. Decir que estaba deprimida y resignarse a ello. No. Cuando había sentido algo parecido hace muchos años, recordaba que solía pensar que la esperanza envenenaba. Querer algo que no puede ser alcanzado. Intentar y fallar. Reír y llorar. Era consciente de lo que sentía porque sabía que quería sentirse diferente. No se trataba de añadir dramatismo al existencialismo. Se trataba de levantarse cada mañana, sentir que el corazón gritaba en silencio y reír el resto del día. Se trataba de resignarse poco a poco a que el mundo no la emocionara nuncay aún así intentar con todas sus fuerzas sentirse emocionada por algo. No era cobardía o exceso de complejidad. Su corazón simplemente le dolía y no había nada que pudiera hacer al respecto.

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